28 de febrero de 2011

encuentros en la tercera fase






























- Dichoso reloj - pensó. Una vez mas, las campanadas de la cercana iglesia le habían traído furtivamente a la vigilia pero deseaba tanto volver a entrar en el sueño. Lo que había visto en aquella onírica escena antes de ese precoz despertar lo había cautivado tanto que decidió concentrarse de la manera que solo él sabía para retornar a él... Y lo consiguió.

Volvió a esa luminosa habitación donde todo era blanco, las paredes, la cama con dosel, las sábanas, salvo un único color, el de dos cuerpos dorados, entrelazados y vibrantes que hacían el amor, el suyo propio y el de una bella mujer, a la que no podía reconocer. Deseaba tanto que fuera ella, no podía ser otra pero tenía que verla, así que fue rodeando la cama con el fin de encontrar su rostro pero cada vez que intentaba enfocarlo se interponía su larga melena. Al final decidió llamarla por su nombre y justo cuando ella iba a mirarlo resbaló con algo y cayó. Despertó en el suelo junto a su cama, solo y muerto de frío. Corrió a taparse y cerró los ojos intentando volver allí pero fue ya imposible, estaba demasiado despierto para ello.

En otro lugar una joven se despertó sudorosa y con la respiración entrecortada, no recordaba que había soñado pero se sentía bien. Al levantarse de la cama tropezó con algo, fue a cogerlo y se preguntó qué hacía el coche de juguete de su hijo allí a los pies de la cama. Dio gracias a Dios de no haberlo pisado. Quien sabe lo que podría haberle pasado.



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